sábado, 17 de mayo de 2014

Segunda parada: Costa Rica

Cumpliendo mis sueños en Costa Rica, un país precioso por su biodiversidad (la mayor del planeta), por sus veintisiete parques nacionales, por sus "pura vida", sus "maes", sus playas, olas y cataratas. No sé, por todo. La cuestión es que hay algo que me enamora.

Después de caminar con las tablas y la mochila los 300 metros de puente en ruinas que separa Panamá de Costa Rica bajo un sol de justicia y coger un autobús de una hora, por fin llegaba a mi siguiente destino: Puerto Viejo.



Puerto Viejo es una mezcla de pueblos y culturas. La más numerosa, la rastafari-jamaicana. Poblaron esta localidad hace más de cien años cuando se produjo una gran oleada migratoria para trabajar en la construcción del ferrocarril que une la capital San José con la costa caribeña. El pueblo entero parece Jamaica. No era extraño que por las mañanas me despertase la música de Bob Marley.


Yo venía aquí buscando una ola especial. Se forma en un arrecife lejos de tierra firme. Hay que remar diez minutos sobre la tabla antes de intuir una derecha que se dobla sobre sí misma y forma un tubo gigantesco. Le llaman Salsa Brava porque tiene mucha masa de agua, igual que una salsa espesa, y es extremadamente potente. Fueron posiblemente las olas más grandes y fuertes de mi vida. ¡Todo lo contrario a lo que uno puede esperar del Caribe!



Se partieron muchas tablas durante los días que estuvimos allí y se vieron los primeros gran wipeouts.



Nuestra rutina allí era bien sencilla: surfeábamos varias horas por la mañana (desde las 6 a las 10 más o menos) hasta que se metía el viento y luego nos pegábamos un buen homenaje en una panadería italiana mientras comentábamos la sesión. Más tarde, hacíamos dedo o alquilábamos unas bicicletas para ir a surfear a Cocles (una playa un pelín más al sur). Como todo el mundo tiene pick-up en Centroamerica, es raro que no paren para ofrecerte transporte (gratis) si les queda de camino. Cocles rompía bien en todas las mareas y con todos los vientos, todo un caramelo comparada con Salsa Brava. Además, siempre había una señora con una parrilla móvil a la que le comprábamos carne para comer en la playa.




De vuelta en Puerto Viejo solíamos ir a cenar un casado (plato típico compuesto de arroz, frijoles, plátano frito y acompañado de ternera, pollo o pescado) a una soda (restaurante local). Era abundante y barato, aunque acabamos un poco artos del arroz y los frijoles jeje.



La persona del medio es Gil, un buen amigo de Israel que conocí hace muchos años en el Campeonato de Europa. Nos lo encontramos en el pueblo, venía de pasar cuatro meses en Hawaii y decidió acompañarnos en lo que quedaba del viaje. Es un surfero muy bueno, una gran inspiración y motivación tanto dentro como fuera del agua. Además, tiene el mismo sponsor que yo (Billabong).

Tras varios días con la misma rutina, el Caribe se fue apagando. La temporada había terminado y las olas no regresarían hasta diciembre, por lo que esperamos a que nuestros compatriotas Dani, Jose y Nacho llegaran de Bocas del Toro y nos fuimos todos a San José.


Dar las gracias a Reyes (una amiga de Ferrol que está estudiando en Costa Rica) que nos acercó a la parada de bus.


En San José aprovechamos para hacer compras (las tiendas tienen mucha ropa americana antigua, de la que se vuelve a llevar ahora) y visitar a Lope, que nos invitó a una barbacoa en su casa. Lope es un amigo de Santander que se mudó a Costa Rica hace siete años y montó una fábrica de tablas de surf. Ahora produce y distribuye para todo Centroamérica y Sudamérica.


Al día siguiente cogimos un bus hacia el Pacífico. Nuestra primera parada fue Santa Teresa, en la península de Nicoya, donde nos alojamos en el Hostel Brunelas.




La verdad es nos reunimos una buena cuadrilla allí:


La playa de Santa Teresa es muy bonita y tiene unos atardeceres increíbles.






Allí se puede surfear en todas las mareas y con todos los tamaños y vientos. Hay bastante gente en el agua pero la playa es larguísima y si caminas un poco puedes surfear prácticamente sólo. Además, al final de la playa hay un point bastante bueno para carvear.




Personalmente, me gusta mucho Santa Teresa. Es un sitio muy cómodo para vivir y surfear ya que tienes todo a mano y no hace falta coche. La vida es muy fácil allí. Puedes dormir por menos de diez dollares la noche y tomarte un coco en la playa viendo el mejor atardecer que hayas visto jamás. A parte, hay mucho argentino en esa zona y ya sabemos como cocinan los argentinos…

Nosotros estuvimos diez días. Luego alquilamos un coche y nos fuimos más al norte.




La primera parada fue Tamarindo. Surfeamos varias playas de los alrededores. Definitivamente, es el sitio donde hay más turistas. Las playas están abarrotadas y los precios son más elevados de lo habitual.
La mejor opción de todas es Playa Grande, donde más mar entra y donde más olas puedes coger (la playa es larga y hay varios picos). Está separada de Tamarindo por un pequeño río con algún que otro cocodrilo. El año pasado un cocodrilo atacó a un español, ¡que casualidad! Puedes cruzarlo a nado y llegar andando a la playa o rodearlo en coche (tardas casi una hora), tu eliges. Nosotros fuimos en coche.



Como las previsiones decían que subía el mar decidimos adentrarnos en el Parque Nacional de Santa Rosa, un par de ríos más al norte, donde rompe una de las mejores olas de Costa Rica: Roca Bruja. Fue el sitio más alejado de la civilización en el que practiqué surf. Montamos la tienda de campaña en playa Naranjo. Es un rincón solitario, al que se llega conduciendo durante más de tres horas por un camino de tierra. 



Acampar en el parque nacional fue todo un reto. Los monitos no son tan divertidos cuando tienen hambre y tu tienes comida. Normalmente les daría lo que tengo pero a Roca Bruja me fui con lo justo porque allí no hay nada. Compramos una nevera con hielo pero poco duró. La comida que llevamos casi toda se estropeó (menos los frijoles rojos y el atún en lata) o nos la comieron los mapaches. El agua se calentó pero era lo que había si teníamos sed. La verdad es que perdí bastantes quilos en los pocos días que estuve allí pero está claro que mereció la pena. Dormir cinco personas en una tienda de tres, sin esterillas, con los mapaches oliéndote toda la noche y las serpientes pasando por debajo de la tienda te hace valorar la tranquilidad y lo acogedor de tu hogar, ah y te enseña a vigilar tu comida!


La segunda noche, después de haber dormido bastante mal la noche anterior y pasar diez horas al sol, hicimos una hoguera en la playa y comimos lo poco que nos quedaba. Las estrellas se ven muy bien desde estos países porque el cielo suele estar siempre despejado. Luego tuvimos la idea de meternos a dormir en la funda de las tablas, como si fueran una especie de esterilla-saco, una gran idea aunque Felipe (un amigo argentino que alquiló el coche con nosotros) prefirió irse a dormir al coche. La verdad es que la noche era bastante infierno pero durante el día era el puro paraíso, Surfline.com dio constancia de ello ese mismo día.


Cuando forzábamos el baño hasta que no había luz, al volver caminando no se veía nada y no sabíamos por donde estaba la entrada a la zona donde teníamos la tienda. Muchas veces nos la pasamos y tuvimos que dar media vuelta.



El Paque nacional Santa Rosa a parte de difícil acceso, buenos tubos y monos, también tiene jaguares, pumas, ciervos, urracas, tucanes, tortugas, serpientes, cocodrilos e iguanas. En definitiva, es un buen sitio para irte de camping. Toda una aventura. Ahora ya se porque estábamos acampados solos… 





Cuando el mar volvió a bajar arrancamos para Nicaragua. Dejamos el coche en la frontera y entramos andando en el país cargando las tablas al hombro bajo el ardiente sol, como de costumbre.

Éste es el mapa de la última etapa:


Y éste es el video de nuestro día a día en Costa Rica:

domingo, 27 de abril de 2014

La Voz de Galicia

"Aquí estoy cumpliendo mis sueños". Reportaje en el suplemento Ya Es Sábado de La Voz de Galicia sobre la primera etapa de mi viaje.


También lo pusieron en la versión online.

jueves, 17 de abril de 2014

Caribe Mix & Costa Rica

Primer video del viaje grabado por Iria Domínguez y con la música de Van She.
Comprende la primera etapa de mi ruta panamericana: Panamá y Costa Rica.
Aparezco surfeando las olas de Bocas del Toro en Panamá y las de Salsa Brava, Santa Teresa y Roca Bruja en Costa Rica.



Caribe Mix & Costa Rica from PaulMontana on Vimeo.

Reportaje en Mar Gruesa


Primeras imágenes de lo que ha sido la primera etapa del viaje en Mar Gruesa con anécdotas, historias y fotos; además del video de nuestro paso por Panamá y Costa Rica.


viernes, 21 de marzo de 2014

Surfer Rule nº147

Ya está a la venta la Surfer Rule nº147 con un texto escrito por mi sobre este invierno en Galicia. En él cuento alguna anécdota y repaso las sesiones más características de esta fría estación del año.


También aparezco en una foto junto a mis hermanos Guillermo Alonso y Ciro en la entrevista a Juan Terán, muy guapa por cierto!!


Quiero dar la enhorabuena a Juan Fernández y al resto del equipo por conseguir sacar otro número de tanta calidad adelante, a Mario Azurza por la portada y a Eugenio Prados por su buen trabajo como fotógrafo siempre al pi del cañón!

lunes, 17 de marzo de 2014

Primera parada: Panamá

Por todos es bien sabido lo mucho que me gusta viajar, conocer nuevos lugares, nuevas culturas, nuevas personas… El surf es solo una excusa para ésto. Llevo más de quince años practicándolo y cada día me gusta más. No sólo como deporte sino como estilo de vida en general. Si no fuera por él ahora mismo no estaría ni conocería este pequeño pueblo por ejemplo (uno de los más bonitos en los que he estado en mi vida por cierto) al borde del Océano Pacífico, a diez mil quilómetros de mi casa.
Fue por esto por lo que me propuse intentar hacer al menos un viaje largo al año. Quería crecer dentro y fuera del agua. Conocer, disfrutar, aprender y surfear diferentes olas y playas por todo el mundo. Marcarme objetivos y tratar de cumplirlos.
Empecé por ir a Brasil, al año siguiente California, luego Indonesia, Perú, Costa Rica, Islas Maldivas…
Cuanto más conocía más quería viajar. No podía parar. En principio buscaba las mejores olas pero al final, aunque no las encontrara, siempre sacaba lo mejor de mi.
Me propuse conocer los sitios más alejados y diferentes del planeta. Cuanto más diferente más me tentaba.
Por eso estoy ahora recorriendo Centroamérica, visitando algunos de los países del llamado "tercer mundo", donde la gente no tiene muchos bienes ni muchos males. A ver que puedo aprender de ellos.
Ésta fue mi primera experiencia, Panamá.



El viaje, como siempre, empezó un par de semanas antes con los preparativos: vacunas, encargar las tablas que voy a llevar, recolectar información de los posibles destinos, entrenamientos para llegar a tono… luego vienen las despedidas, sus cenas y postcenas.


También hubo muchas horas de skype con las dos personas que nos van a acompañar a Iria y a mi en este mágico viaje. Para los que no los conozcáis se trata de uno de mis mejores amigos, Antonio, y su novia, Viola. Ambos italianos y de gran corazón y presencia. Antonio es todo un profesional de la vida. Estuvo un año de Erasmus en Coruña y nos hicimos muy amigos. Vino por los estudios y lleva volviendo todos los años desde entonces por las olas y la gente.


Entre tanto, pasaron los días y la hora de coger el primer tren llegó. Varios amigos se acercaron a la estación para despedirnos y desearnos suerte en esta nueva aventura que comenzaba ya, en el tren hotel dirección Madrid.


Ya en Madrid un tren de cercanías nos llevaría al aeropuerto, donde facturé las tablas (previo pago, pese a que era la única maleta que facturaba) y nos subimos al primer avión dirección Miami.
En el aire, lo de siempre: imposible encontrar la postura más cómoda para dormir.


Tras varios intentos por echar una cabezadita, ver alguna película increíble y los agudos lloros de un bebé; avistamos tierra americana.


Es curioso el exhaustivo control que hay para entrar en EE.UU.. Y eso que nosotros no queríamos entrar, sólo hacer escala. Aún así, tuvimos que pasar tres controles (con una cola de una hora cada uno) para llegar a la puerta de embarque del siguiente avión, donde debíamos esperar a Antonio y a Viola.


Es divertido quedar con gente en una ciudad a miles de quilómetros de distancia como si fuera la cafetería de debajo de tu casa. Ya lo hice con Fernando Mosquera hace dos años cuando me encargó que pasará por su óptica habitual de Coruña a por unas lentillas porque él estaba en Australia. Le dije al óptico: "hola, me dijo Fer que pasara a por unas lentillas para acercárselas a Bali", como si estuviera aquí al lado. Él no entendía nada. Pero es que hoy en día se tarda más en llegar a Fisterra que a Londres.


Tras cuatro horas de avión por fin llegamos al aeropuerto de Ciudad de Panamá, donde cogimos un taxi a Luna's castle, un hostel en el casco viejo (es la zona de más ambiente).
Al llegar, dejamos las cosas y salimos a cenar algo. Estábamos cansados pero nos acercamos un rato a una fiesta reggae que había justo en frente del hostel (en un edificio abandonado) y es que con esta buena temperatura no puedes quedarte en casa.



Al día siguiente recorrimos a pie todo el casco viejo, que está en plena transformación (el 70% de las casas está en obras) para hacerlo más bonito y lujoso, pues es la zona de moda y todo el mundo quiere ir a vivir ahí, aunque los precios de las casas están al alcance de muy pocos.


En esta zona pudimos ver algún indígena kuna y, al fondo, los grandes rascacielos del centro financiero.


Por la tarde, mi amigo coruñés Fran vino a recogernos para ir a su casa a relajarnos en la piscina. Hacía mucho tiempo que no le veía. Cuando yo estaba empezando a surfear en la playa del Orzán, él era uno de los "míticos" en el agua. Siempre se portó muy bien conmigo por lo que le estaré eternamente agradecido. Ahora está trabajando de piloto de aviones en Panamá, donde lleva varios años.


Al volver, Iria y yo paramos a tomar algo con los padres de un buen amigo y surfero coruñés, Hans Tiessen, que por motivos de trabajo se habían trasladado a Panamá.
Nos recibieron con la alegría que desprenden siempre y nos contaron un poco a cerca del país, incluso nos sorprendieron con unos fuegos artificiales. Desde aquí les mando un fuerte abrazo.


Al día siguiente hicimos una visita al famoso canal.



Para volver cogimos uno de los autobuses tuneados muy abundantes en Panamá llamados "diablos rojos".


Bajamos en la estación de autobuses para comprar un billete a Bocas del Toro pero el que iba directo estaba agotado. Fue entonces cuando tuvimos la "maravillosa" idea de hacer el viaje en dos autobuses, y aún por encima de noche.
El primero nos llevó a David, un pueblo al norte del país. Llegamos sobre las 3 de la madrugada después de seis horas en un autobús más o menos normal. Allí esperamos media hora y nos subimos a una furgoneta grande con asientos desmontables y capacidad para unas quince personas, si bien nos subimos casi 30. Yo nunca había visto cosa igual. La gente iba amontonada, bastantes personas de pie, las maletas en nuestras piernas, el conductor en la furia, había muchas curvas, el cansancio se empezaba a notar y las ganas de dormir eran imparables. Puedo decir que fue el segundo viaje peor de mi vida después del de vuelta del Machu Picchu. Aunque tuvo que ser mucho peor para José (con ataque epiléptico) y sus dos hermanos, que compartían asiento, ambos vomitando. Fue todo un milagro que llegásemos a Almirante casi cuatro horas después. Allí cogimos un barquito para Isla Colón. Estaba amaneciendo y llovía un poco pero era claramente el paraíso.


Conseguimos una habitación y cuando iba a echarme a dormir me motivé todo y decidí ir a darme el primer baño del viaje. Cogí un bote al point break de Isla Carenero y surfeé un par de horas, hasta que no pude más y volví al hostel para ya dormir hasta el día siguiente.


Una vez bien descansados decidimos alquilar unas bicicletas e ir a dar una vuelta por la isla para conocer mejor el lugar, buscar las playas y ver como estaban las olas. Previa parada de hidratación gratuita a base de cocos.


La primera ola buena que encontramos fue Paunch, un pico de derecha e izquierda.







Justo después está Bluff, una playa que soltaba unas buenas orilleras tuberías.


En medio, Dumpers, una izquierda donde Clay Marzo y un par de pros americanos más no paraban de volar y dejarnos a los demás en evidencia.
Antonio y yo nos decidimos por un pico solitario en medio de la playa de Bluff.














En la isla de al lado (Carenero) había tres izquierdas. La primera que te encuentras es Black rock (ideal para principiantes), luego está Old man (una izquierda maniobrable pero que necesita mar):


Y luego el Point, que es la jolla de la corona:

















Este es el mapa de las olas:


Y este es el mapa de lo que llevamos recorrido:


En Isla Carenero te puedes encontrar de todo. Es una isla muy bonita pero también muy salvaje. A nuestro compañero del hostel le picó un insecto vector de la leishmaniasis y se llevo un par de "botones de oriente" de recuerdo.





Una mañana se levantó todo el hostel con picaduras de "bedbugs" (chinches). Nosotros cuatro nos libramos pero Viola quiso prevenir y limpió las maletas.


También vino el fumigador, ya que al contrario que en Europa, un hotel recién fumigado es todo un lujo.


A los pocos días, cuando volvía de surfear, me encontré a un viejo amigo asturiano en la cocina de nuestro hostel.


También me encontré a dos buenos amigos gallegos que se acercaron desde Costa Rica a disfrutar de las olas panameñas.



Había varios spots muy buenos para comer entre baño y baño:



Y otros muy buenos también para grabar y descansar:



El día de mi cumpleaños me hicieron una cena sorpresa de pasta de mariscos, que aunque no venían de Galicia no estaban nada mal.


Poseidón tampoco quiso perderse la fiesta y me dio su regalo particular:


Éste es el video, a modo resumen, de nuestra estancia en el país: