jueves, 19 de junio de 2014

Tercera parada: Nicaragua

Cuando las olas fueron a menos en Roca Bruja, y los animales se comieron lo que nos quedaba de comida, decidimos ir a Nicaragua. Nuestra primera parada fue San Juan del Sur, un pueblo precioso por su simplitud. No tiene grandes edificios ni lujos. Sólo una bonita bahía que ofrece olas no muy de vez en cuando, un increíble atardecer y muchos rincones mágicos para sentarte tranquilo una tarde y disfrutar de un lugar único.




Cuando llegamos vimos a todo el mundo con unas pulseritas de color rosa. Preguntamos de qué eran y nos dijeron que eran los pases para la mejor fiesta de San Juan del Sur: el Funday Sunday. Fuimos a comprar los nuestros pero se habían agotado ya. No problem. Nos acercamos a la papelería del pueblo y compramos cartulinas, papel cebolla de color rosa y pegamento. Ya estábamos dentro.



Nuestra primera habitación en San Juan del Sur tenía un balconcito desde donde se veía el precioso y característico atardecer de este pequeño pueblo marinero al sur de Nicaragua. Lo malo es que por la noche se seguían viendo reflejos de luz, alguno con silueta humana… por lo que decidimos cambiar de Hotel (no es la primera supuesta aparición en este Hotel en el que se suicidó el hijo del dueño hace unos años).





Nuestro amigo coruñés Pollo del Hostel Esparanza nos estaba esperando con los brazos abiertos después de que estuviera lleno la primera noche. Allí estuvimos más tranquilos.


Los primeros días en Nicaragua no tuvimos mucho swell así que decidimos ir a hacer algo de turismo a la isla de Ometepe (“Dos Montañas” en lengua azteca) que está dentro del Gran Lago de Nicaragua, un sitio precioso. Yo nunca había estado en a una isla dentro de un lago.


Alli, intentamos alquilar una moto pero el tío que nos la estaba alquilando se empezó a pelear con otro local. Fue surreal. Iria pensó que estaban de coña y ni se inmutó. Cuando por fin conseguimos las motos nos fuimos a recorrer la isla. Subimos a los dos volcanes, a las cataratas y al “Ojo de Agua”, que es una fuente natural de origen volcánico con un agua cristalina repleta de minerales que rejuvenece a todo aquel que se baña en ella, o eso dicen.




De vuelta en la costa Pacífica nos reunimos con varios amigos gallegos que vinieron de vacaciones.


Y nos fuimos a surfear uno de los primeros swells de la temporada. Salimos del hostel a las 04:30 para llegar a la playa al amanecer. Esto fue lo primero que vimos cuando salió el sol:


Estuvimos varias horas prácticamente solos en el agua, seguramente por lo temprano que era y por la corriente de agua fría que sacudía el país esa semana, lo que nos obligó a utilizar los trajes que habíamos traído para California.

De vuelta en San Juan fuimos a comer al mercado, como de costumbre.


Por la tarde alquilamos una pick-up 4x4 y nos fuimos a la zona de Popoyo, a dos horas al norte. Por el camino nos cruzamos el bus del cole:


Al llegar fuimos al Rancho Santana, donde alquilamos una pequeña casita en la playa.



Allí cogimos olas muy divertidas:










Decir que en Nicaragua, gracias al Gran Lago, está siempre off shore por lo que puedes surfear todo el día con viento bueno aunque ésto hace que el agua de la superficie no esté tan caliente como en otros países de Centroamérica.


La ola más famosa de la zona es de roca y se llama Popoyo. Se trata de una izquierda y una derecha muy largas y maniobrables que rompen en todas las mareas.










También intentamos ir a Colorado pero tienes que vivir ahí para poder surfearla, la seguridad privada no te deja entrar. Así que vuelta a Popoyo.



Los días pasaron muy tranquilos en este sitio hasta que el mar fue bajando poco a poco y se quedó casi flat.


Entonces decidimos ir a San Juan a devolver el coche, coger un shuttle a la capital (Managua) y un bus dirección El Salvador, donde suele haber más olas.



Este es el video a modo de resumen de nuestra experiencia nicaragüense:


miércoles, 11 de junio de 2014

Surfeando el sur de Nicaragua

Bienvenidos a la tercera parada de mi viaje por Centroamérica. Después de visitar y surfear en Panamá y Costa Rica nos dirigimos a Nicaragua para conocer el país y tratar de surfear. Al principio las olas no fueron las esperadas y decidimos ir a la Isla de Ometepe, que está dentro de un lago, a pasar los días a la espera del swell. Cuando volvimos a San Juan empezaron las olas. Nuestro amigo y guía local Pablo "Pollo" nos recomendó una playa a la que le entraba un poco más de mar. Allí surfeamos unas cuñas con muy buena pinta y solos. Más tarde nos movimos a la zona de Popoyo, un poco más al norte, donde surfeamos olas algo más grandes pero con mucha más gente. Además, había una corriente de agua fría que nos obligó a sacar el wetsuit. Las imágenes han sido grabadas por por Iria Domínguez y editadas por mi. De música utilicé el clásico Steepenwolf-Born to be wild y una canción muy típica de las Iglesias de Cristo centroamericanas (Coros Cristianos de Nicaragua-Yo siento un fuego que me está quemando).

Pablo Montero in South Nicaragua from PaulMontana on Vimeo.

Reportaje en Mar Gruesa II

Ya está online el reportaje de Mar Gruesa sobre mi paso por Nicaragua junto con el segundo video del viaje. Muchas anécdotas y muchas olas. No te lo pierdas!

sábado, 17 de mayo de 2014

Segunda parada: Costa Rica

Cumpliendo mis sueños en Costa Rica, un país precioso por su biodiversidad (la mayor del planeta), por sus veintisiete parques nacionales, por sus "pura vida", sus "maes", sus playas, olas y cataratas. No sé, por todo. La cuestión es que hay algo que me enamora.

Después de caminar con las tablas y la mochila los 300 metros de puente en ruinas que separa Panamá de Costa Rica bajo un sol de justicia y coger un autobús de una hora, por fin llegaba a mi siguiente destino: Puerto Viejo.



Puerto Viejo es una mezcla de pueblos y culturas. La más numerosa, la rastafari-jamaicana. Poblaron esta localidad hace más de cien años cuando se produjo una gran oleada migratoria para trabajar en la construcción del ferrocarril que une la capital San José con la costa caribeña. El pueblo entero parece Jamaica. No era extraño que por las mañanas me despertase la música de Bob Marley.


Yo venía aquí buscando una ola especial. Se forma en un arrecife lejos de tierra firme. Hay que remar diez minutos sobre la tabla antes de intuir una derecha que se dobla sobre sí misma y forma un tubo gigantesco. Le llaman Salsa Brava porque tiene mucha masa de agua, igual que una salsa espesa, y es extremadamente potente. Fueron posiblemente las olas más grandes y fuertes de mi vida. ¡Todo lo contrario a lo que uno puede esperar del Caribe!



Se partieron muchas tablas durante los días que estuvimos allí y se vieron los primeros gran wipeouts.



Nuestra rutina allí era bien sencilla: surfeábamos varias horas por la mañana (desde las 6 a las 10 más o menos) hasta que se metía el viento y luego nos pegábamos un buen homenaje en una panadería italiana mientras comentábamos la sesión. Más tarde, hacíamos dedo o alquilábamos unas bicicletas para ir a surfear a Cocles (una playa un pelín más al sur). Como todo el mundo tiene pick-up en Centroamerica, es raro que no paren para ofrecerte transporte (gratis) si les queda de camino. Cocles rompía bien en todas las mareas y con todos los vientos, todo un caramelo comparada con Salsa Brava. Además, siempre había una señora con una parrilla móvil a la que le comprábamos carne para comer en la playa.




De vuelta en Puerto Viejo solíamos ir a cenar un casado (plato típico compuesto de arroz, frijoles, plátano frito y acompañado de ternera, pollo o pescado) a una soda (restaurante local). Era abundante y barato, aunque acabamos un poco artos del arroz y los frijoles jeje.



La persona del medio es Gil, un buen amigo de Israel que conocí hace muchos años en el Campeonato de Europa. Nos lo encontramos en el pueblo, venía de pasar cuatro meses en Hawaii y decidió acompañarnos en lo que quedaba del viaje. Es un surfero muy bueno, una gran inspiración y motivación tanto dentro como fuera del agua. Además, tiene el mismo sponsor que yo (Billabong).

Tras varios días con la misma rutina, el Caribe se fue apagando. La temporada había terminado y las olas no regresarían hasta diciembre, por lo que esperamos a que nuestros compatriotas Dani, Jose y Nacho llegaran de Bocas del Toro y nos fuimos todos a San José.


Dar las gracias a Reyes (una amiga de Ferrol que está estudiando en Costa Rica) que nos acercó a la parada de bus.


En San José aprovechamos para hacer compras (las tiendas tienen mucha ropa americana antigua, de la que se vuelve a llevar ahora) y visitar a Lope, que nos invitó a una barbacoa en su casa. Lope es un amigo de Santander que se mudó a Costa Rica hace siete años y montó una fábrica de tablas de surf. Ahora produce y distribuye para todo Centroamérica y Sudamérica.


Al día siguiente cogimos un bus hacia el Pacífico. Nuestra primera parada fue Santa Teresa, en la península de Nicoya, donde nos alojamos en el Hostel Brunelas.




La verdad es nos reunimos una buena cuadrilla allí:


La playa de Santa Teresa es muy bonita y tiene unos atardeceres increíbles.






Allí se puede surfear en todas las mareas y con todos los tamaños y vientos. Hay bastante gente en el agua pero la playa es larguísima y si caminas un poco puedes surfear prácticamente sólo. Además, al final de la playa hay un point bastante bueno para carvear.




Personalmente, me gusta mucho Santa Teresa. Es un sitio muy cómodo para vivir y surfear ya que tienes todo a mano y no hace falta coche. La vida es muy fácil allí. Puedes dormir por menos de diez dollares la noche y tomarte un coco en la playa viendo el mejor atardecer que hayas visto jamás. A parte, hay mucho argentino en esa zona y ya sabemos como cocinan los argentinos…

Nosotros estuvimos diez días. Luego alquilamos un coche y nos fuimos más al norte.




La primera parada fue Tamarindo. Surfeamos varias playas de los alrededores. Definitivamente, es el sitio donde hay más turistas. Las playas están abarrotadas y los precios son más elevados de lo habitual.
La mejor opción de todas es Playa Grande, donde más mar entra y donde más olas puedes coger (la playa es larga y hay varios picos). Está separada de Tamarindo por un pequeño río con algún que otro cocodrilo. El año pasado un cocodrilo atacó a un español, ¡que casualidad! Puedes cruzarlo a nado y llegar andando a la playa o rodearlo en coche (tardas casi una hora), tu eliges. Nosotros fuimos en coche.



Como las previsiones decían que subía el mar decidimos adentrarnos en el Parque Nacional de Santa Rosa, un par de ríos más al norte, donde rompe una de las mejores olas de Costa Rica: Roca Bruja. Fue el sitio más alejado de la civilización en el que practiqué surf. Montamos la tienda de campaña en playa Naranjo. Es un rincón solitario, al que se llega conduciendo durante más de tres horas por un camino de tierra. 



Acampar en el parque nacional fue todo un reto. Los monitos no son tan divertidos cuando tienen hambre y tu tienes comida. Normalmente les daría lo que tengo pero a Roca Bruja me fui con lo justo porque allí no hay nada. Compramos una nevera con hielo pero poco duró. La comida que llevamos casi toda se estropeó (menos los frijoles rojos y el atún en lata) o nos la comieron los mapaches. El agua se calentó pero era lo que había si teníamos sed. La verdad es que perdí bastantes quilos en los pocos días que estuve allí pero está claro que mereció la pena. Dormir cinco personas en una tienda de tres, sin esterillas, con los mapaches oliéndote toda la noche y las serpientes pasando por debajo de la tienda te hace valorar la tranquilidad y lo acogedor de tu hogar, ah y te enseña a vigilar tu comida!


La segunda noche, después de haber dormido bastante mal la noche anterior y pasar diez horas al sol, hicimos una hoguera en la playa y comimos lo poco que nos quedaba. Las estrellas se ven muy bien desde estos países porque el cielo suele estar siempre despejado. Luego tuvimos la idea de meternos a dormir en la funda de las tablas, como si fueran una especie de esterilla-saco, una gran idea aunque Felipe (un amigo argentino que alquiló el coche con nosotros) prefirió irse a dormir al coche. La verdad es que la noche era bastante infierno pero durante el día era el puro paraíso, Surfline.com dio constancia de ello ese mismo día.


Cuando forzábamos el baño hasta que no había luz, al volver caminando no se veía nada y no sabíamos por donde estaba la entrada a la zona donde teníamos la tienda. Muchas veces nos la pasamos y tuvimos que dar media vuelta.



El Paque nacional Santa Rosa a parte de difícil acceso, buenos tubos y monos, también tiene jaguares, pumas, ciervos, urracas, tucanes, tortugas, serpientes, cocodrilos e iguanas. En definitiva, es un buen sitio para irte de camping. Toda una aventura. Ahora ya se porque estábamos acampados solos… 





Cuando el mar volvió a bajar arrancamos para Nicaragua. Dejamos el coche en la frontera y entramos andando en el país cargando las tablas al hombro bajo el ardiente sol, como de costumbre.

Éste es el mapa de la última etapa:


Y éste es el video de nuestro día a día en Costa Rica: